De las cosas que más disfruto es cuando alguien que no cree en Dios termina diciendo de que Dios sí existe y que es real. Y es que hay circunstancias en la vida que permiten al ser humano cambiar de opinión, una enfermedad terminal de un ser querido, el perderlo todo, pasar por el desierto, en fin, pueden haber muchas formas, pero cuando se siente la necesidad de creer que existe un ser más poderoso que yo, es en ese preciso momento en el que Dios demuestra toda Su grandeza y Su poderío. La Palabra registra una de esas historias, la encontramos en Daniel 3: 28-29 - RVR1960: "Entonces Nabuconodosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en Él, y que no cumplieron con el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Por tanto decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijera blasfemia contra el Dios Sadrac, Mesac y Abed-nego sea descuartizado y su casa c
"Predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15).