Si hay algo en la vida que separa al creyente de las promesas del Señor es el afán. Cuando el afán llega a nuestras vidas ya no fijamos nuestra mirada en el autor y consumador de nuestra fe, Cristo Jesús (Hebreos 12:2 DHH) , sino que fijamos toda nuestra atención en suplir nuestras necesidades básicas, en hacer dinero; es como si nuestros "lentes espirituales" se desenfocaran completamente, permitiendo que lo que antes estaba en segundo y en tercer lugar, ahora ocupe nuestro primer lugar de atención. Cuando el creyente permite que el afán le controle totalmente, Jehová Dios pasa a un segundo plano en su vida, quitándole autoridad para obrar a su favor. Últimamente conversaba con un muy buen amigo de la infancia y en nuestra conversación pude entender que en este momento su prioridad no es el Señor ni Sus cosas. Él está enfocado en hacer dinero, en tener más de lo que nunca tuvo y, a veces pienso también que, busca ser reconocido y aceptado por los hombres por lo que tenga. Q
"Predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15).