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La Fe Sin Obras


Conozco muchas personas que están en el evangelio hace mucho tiempo,  antes que yo. Ese mismo grupo de personas lo podemos dividir en dos subgrupos. Uno, los que conocen de la Palabra y la gente saben que son Cristianos, los ven ir a la escuela dominical, pero nunca la han compartido con los demás, es como si la Palabra fuera solamente para ellos. En el segundo grupo, encontramos a los que dicen ser Cristianos, pero no leen la Palabra, no la comparten con nadie (porque no la leen) y tampoco hacen nada por la obra, van a la iglesia, no hacen parte de ningún ministerio, en fin son totalmente apáticos al trabajo en la iglesia. ¿En qué grupo te encuentras tú? 

Que triste es ver que nos hemos acomodado tanto a la idea de solamente ir a los servicios de la iglesia, a las reuniones sociales de la iglesia, a los retiros, a los sancochos, pero nos hemos olvidado de los esencial: el amor por las almas, ese es el punto de partida y esto es lo que Dios desea que hagamos para Él.

El Señor a través de Su Espíritu Santo me ha regalado esta Palabra para compartirla con ustedes, para exhortarlos a que debemos, también me incluyo yo, trabajar más diligentemente por las cosas del reino. 
La Palabra de hoy se encuentra en:
Santiago 2: 26
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Así es amados, tal cual lo dice la Palabra, la fe sin obras está muerta. Es duro, pero cierto. Hay muchos de nosotros que nada hacemos por difundir el evangelio de Cristo, mientras el enemigo disfruta llevándose a más almas todos los días, pero ¿qué estamos haciendo nosotros los Cristianos para contrarrestar al enemigo? ¿Cómo podemos hacer para frenar su maquiavélica misión? La respuesta está en el libro de Mateo y es La Gran Comisión.

Cuando inicialmente el Señor Jesús preparó a sus doce discípulos, no les dijo que se quedaran con ese conocimiento y lo guardaran para ellos, ¿verdad que no? Les dio instrucciones específicas: por tanto id y haced discípulos. De esto se trata el Cristianismo, de ganar almas, de arrebatárselas al enemigo. No podemos profesar una fe en un Dios todo poderoso si no mostramos frutos que sean proporcionales a lo que Dios hace en nuestras vidas. Cuando el Señor le regaló esta Palabra a mi pastor, él nos preguntaba en una escuela dominical que cuántos discípulos teníamos y respondió, sólo usando una mano, probablemente algunos ni esta mano tienen, entre ellos estaba yo. Sólo tenía uno, que vergüenza. Tanto ha hecho Dios en mi vida y ¿solamente tenía un discípulo?. Tu resolución espiritual debe ser alcanzar por lo menos a doce personas, así como lo hizo el Señor Jesús.

Amados, es tiempo de salir de esa zona de comodidad de la iglesia y empezar lo verdaderamente importante: a dar frutos, pues si somos soldados, la guerra está allá afuera y el enemigo se lleva a un montón cada día, un montón que nunca escucharon hablar de Jesús y mientras tanto ¿qué hacemos tú y yo? Es tiempo de reclamar esas almas para el Dios viviente que mora en nosotros. Es tiempo de actuar y ser más agresivos y empezar a compartir más el evangelio con tu familia, tus amigos, tus vecinos, tus compañeros de trabajo, con las personas que Dios te ponga en el camino.

Hay que trabajar diligentemente en aquello que el Señor Jesús nos encomendó, hay que estar trabajando en eso. No vaya a ser que cuando Él venga ni siquiera hayas empezado. Si no damos frutos, seremos árboles que serán cortados y echados al fuego (Mateo 7:19). No esperes hasta el último día para empezar La Gran Comisión, el tiempo es ahora. Dios nos necesita ya. Sólo espero que actúes inmediatamente y empieces a elaborar un plan, de lo contrario, pídele a Dios que te muestre cómo hacer lo que has debido hacer desde hacía muchísimo tiempo atrás.

Bajo la guía del Espíritu Santo,


Sergio A. Meza Padilla

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