En la naturaleza del ser humano está el culpar siempre a los demás por los fracasos que tenga en la vida. Y la verdad es muy fácil echarle la culpa a alguien más de nuestras propias acciones. No obstante, se puede comprobar bíblicamente este tipo de conducta nada tiene que ver con Dios. Génesis 3, habla acerca de la caída del primer hombre. Cuando Jehová Dios le pregunta a Adán si había comido del árbol que Él le había mandado no comer, su respuesta fue la siguiente: "la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (Génesis 3:12 RVR1960). Mi pregunta es ¿quién obligó a Adán a comer de este árbol? Por ninguna parte la Palabra nos enseña que Eva lo obligó o que lo coaccionó para hacerlo. Fue Adán quien decidió hacerlo. En su propia voluntad, él decide probar y comer del fruto prohibido. ¿Sabes qué nos enseña la Palabra respecto a esto? "cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado" (Santiago 1:14 RVR1960). Entonces, podeos concluir que, Adán fue ciento por ciento responsable de haber decidido comer del árbol, nadie más, tomó esa decisión por él.
Ahora bien, el otro aspecto de la naturaleza del hombre tiene que ver con esperar a que alguien haga algo por él. Estamos acostumbrados a que siempre oren por nosotros, que hagan algosobrenatural por nosotros y esto también se puede evidenciar a la luz de la Palabra. ¿Recuerdan la historia del paralítico de Betesda? Cuando el Señor Jesús le pregunta si quería ser sano, esta fue su respuesta: "no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua". La Palabra nos enseña que este "pobre hombre" llevaba 38 años esperando a que alguien hiciera algo por él, cuando en él siempre estuvo la posibilidad de moverse en busca de su milagro. Muchos nos sentimos así y culpamos a otros de nuestras desgracias, culpamos a nuestros pastores, a nuestros líderes, sabiendo que en nosotros estuvo la respuesta todo el tiempo. Mira lo que la Palabra contrasta respecto a este tipo de pensamiento: "el alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada" (Proverbios 13:4 RVR1960). Ciertamente el paralítico de Betesda se había acondicionado a su estado y fue presa de su mala decisión. Sé diligente, en ti también hay poder y autoridad para hacer cosas sobrenaturales. Toma tu lecho y anda.
Es muy fácil culpar a otros de nuestras desgracias, pero difícil es asumir y entender que los únicos culpables somos nosotros mismos. Cuando vienen las consecuencias de nuestras acciones no llegarán a quienes culpamos, sino a nosotros solamente. Espero que esta corta reflexión haya llegado justo a tiempo. Si ha sido de bendición para tu vida, comparte con otra persona, sé tú también de bendición hoy. Bendiciones y paz.
Bajo la guía del Espíritu Santo,
Sergio Meza Padilla.
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